El héroe de un grupo de guerreros
Carlos Álvarez culminó el sueño de un equipo inigualable. Brugué, Pablo, Elgezabal, Dela, Giorgi, Morales, Oriol... Todos han sumado

JM López
La sensación de que el tiempo se detiene, independientemente de la circunstancia, es indescriptible. Si sucede es sinónimo de que, en un espacio temporal de pura expectación, están ocurriendo acontecimientos inolvidables. Aunque no sea común, forma parte de la grandeza de la vida y, en este caso, del fútbol que, en ocasiones, permite presenciar hechos que permanecerán en la eternidad no solo del que lo protagoniza, sino también de todo lo que le rodea.
Capaz de levantar pasiones entre la afición granota solo con llevar el esférico entre sus pies cargados de magia y talento, Carlos Álvarez, con su gol frente al Burgos, logró escribir una de las páginas más doradas en la centenaria historia del Levante. El ‘24’, ídolo y referencia en el levantinismo, fue capaz de congelar el tiempo cuando, en el minuto 97 de su visita a El Plantío, la colocó en la mismísima escuadra para desatar una euforia descontrolada que llevó al Levante hacia su mayor sueño: subir a Primera División. Desde entonces, la vida del futbolista de Sanlúcar la Mayor ha cambiado por completo. Su nombre aparece en todos los lados. Es, y con razón, de los hombres más mediáticos del panorama futbolístico, ya que la obra de arte que esculpió en El Plantío no ha pasado desapercibida entre los mortales del mundo del fútbol. «Ha sido una semana de ensueño. Sigo en una nube, aún tengo que asimilarlo todo», dijo el futbolista andaluz, reconociendo que necesita procesar lo sucedido, durante su encuentro con SUPER, donde se le entregó el periódico del ascenso en el que es el protagonista a través de su portada.
Si una semana después continúa mascando lo sucedido, en El Plantío no daba crédito a lo que pasó instantes después de que la afición levantinista lo aupara a los cielos de Burgos. No obstante, en medio de su infinito carrusel de emociones, puso en valor la que es la clave del éxito: el grupo. «Esto es de todos. Es una gran recompensa a todo el trabajo que hemos hecho a lo largo de todo el año. Ha sido muy difícil», comentó el ‘24’ en un canutazo con Superdeporte y À Punt en plena invasión. Y es que tiene toda la razón. A sus espaldas ha tenido a un ejército de guerreros que han dado sentido a un ascenso para la historia. Carlos Álvarez hizo el gol del ascenso a la élite, pero Roger Brugué, referencia levantinista que, a base de cicatrices, se ha convertido en una auténtica leyenda en Orriols, marcó en el 85’ el camino del milagro cuando estaba todo perdido. El ‘7’ apareció cuando más lo necesitaba el Levante mediante un testarazo rematado con el alma para inyectar una esperanza que no era desconocida en la parroquia granota. Hasta su aparición estelar en Burgos, el atacante catalán ya hizo el empate ante el Eldense en el 91’ para creer en la remontada, salvó un punto ante el Tenerife sobre la bocina, anotó un doblete en Elche para soñar con el ascenso y metió la pierna ante el Albacete en un gol que valió una victoria crucial para ir a El Plantío con opciones de ascenso directo a Primera División.
Sin embargo, el encuentro frente al Burgos fue también la culminación al regreso de Morales. El ‘11’, después de su polémica salida al Villarreal en 2022, volvió para devolver al Levante a la élite sin importarle el ruido que se generaba en el exterior, hasta aterrizar en El Plantío y cuajar su mejor partido de la temporada: gol, asistencia y minutos finales sacrificándose en tareas ofensivas para situarse como lateral derecho. Ubicación donde, a partir de un saque de banda lanzado por Morales, nació el tanto de Carlos Álvarez. Muchos son los héroes que han irrumpido en el camino para que el Levante alcanzase la gloria en Burgos. No obstante, la sensación que existe en Orriols es que, después de la salida de Andrés García al Aston Villa, cuya aportación fue trascendental para que el Levante no se cayera de la pelea y quien también es artífice del éxito, todos dieron un paso adelante.

Carlos Álvarez celebra en volandas el gol decisivo anotado en el minuto 98 del partido contra el Burgos. / Francisco Calabuig
Sostenidos por la veteranía, el tesón, la personalidad y, sobre todo, las paradas de un Andrés Fernández que volvió a cuajar una reseñable campaña, Dela se adueñó del lateral derecho para mostrar una polivalencia pasmosa y un rendimiento notable, Unai Elgezabal, titán en la zaga e indiscutible para Calero, se convirtió en líder tras imprimir jerarquía en defensa con su llegada, Pampín se desfondó por el carril izquierdo partido tras partido e Ignasi Miquel fue de menos a mostrar contundencia en el tramo decisivo. A su vez, Iván Romero se destapó como anotador, Sergio Lozano se postuló como un desatascador de partidos, Pablo Martínez, desde la capitanía, fue reencontrándose con su mejor versión, Forés trabajó para volver a ser el de antes de su rotura de tibia en el Villarreal y así anotar cinco goles desde su llegada en enero, Algobia apareció cuando su equipo más necesitó de sus cualidades, Iborra lideró desde fuera y desde dentro del campo y Espí se ganó a la grada demostrando que, a sus 19 años, es un goleador y un diamante en bruto.
No obstante, Julián Calero consolidó su idea mediante dos piezas fundamentales: Oriol Rey, termómetro en la medular con un temple y una lectura de juego magistral, y Giorgi Kochorashvili, un auténtico todoterreno que, a las primeras de cambio, demostró que es un jugador de Primera. Su traspaso al Sporting de Portugal corresponde a su caché, pero su mayor virtud esta temporada ha sido su compromiso. El Ciutat de València, sin duda, le echará mucho de menos, pero, igualmente, sentirá que está muy bien representado por los guerreros que llevaron a su club al lugar que se merece.
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